miércoles, 21 de agosto de 2013

Egipto 1

(copa)

En Egipto la única izquierda consecuente está en los sindicatos, los más combativos del mundo árabe. A pesar de la represión de Mubarak, militares e islamistas. Durante la etapa post-Mubarak y en plena represión militar del CSFA hubo 3.817 huelgas, más que las realizadas en los últimos diez años de gobierno de Mubarak. Y el movimiento sindical fue a más durante el gobierno de los Hermanos Musulmanes, con 5.844 huelgas, sufriendo también una dura represión anti-sindical: la policía llevaba perros con los que atacaba a los huelguistas. ¿Y ahora el ministro y los sindicatos piden que se desconvoquen estas formas de lucha? 
La combatividad de los trabajadores egipcios está fuera de toda duda, pero la presión que ejercen las cúpulas sindicales-políticas-ministeriales-comunicacionales es de tal calibre que no será extraño ver cómo se empieza a criminalizar a quienes no secunden esos llamamientos a abandonar la lucha obrera puesto que una gran parte de las huelgas que se han convocado hasta ahora se han hecho al margen de las incipientes estructuras sindicales.
¿Alguien en su sano juicio piensa que el nuevo gobierno va a cambiar un ápice la política económica neoliberal de Murabak, de la etapa post-Mubarak del CSFA y de los Hermanos Musulmanes? Estamos asistiendo a un claro intento de contener al movimiento obrero y controlarlo por completo. Hasta ahora todos los movimientos en ese sentido han fracasado. Pero en estos momentos la izquierda apela a la “legitimidad” de la nueva situación “que ha sido impulsada por la lucha de masas”. Es lo que dice, por ejemplo, la Corriente Popular Egipcia (nasserista). Y ese argumento, repetido machaconamente dentro y fuera del país, pesa mucho.
Aquí entra un nuevo debate: la sariyya (legitimidad). Para los Hermanos Musulmanes está en las elecciones que han ganado; para quienes apoyan a los golpistas está en la plaza Tahrir. Claro que hay más legitimidades, pero eso no interesa ni a unos ni a otros puesto que ambos se mueven dentro del sistema. Y el sistema acepta casi todo, una revolución nacional o burguesa, pero no una socialista que cambie el modelo económico. Así que cuando la izquierda sale a las calles arropando el llamamiento de los militares a “combatir el terrorismo” –que no hay- en nombre de la “legitimidad” de la nueva situación o bien está cavando su propia fosa o bien está reconociendo que nunca va a ir más allá de lo que el sistema quiera o bien está cimentando su camino hacia la nada puesto que el Ejército egipcio de hoy no tiene nada que ver con el de la época de Nasser (aunque el llamamiento a salir a la calle para apoyar su política se haya hecho el 26 de julio, día de la nacionalización por Nasser del Canal de Suez).
Eso ya es jugar con la psique de las masas puesto que, en contraposición a las nacionalizaciones de Nasser, los nuevos gobernantes van a profundizar las políticas neoliberales y privatizadoras impulsadas tanto por Mubarak como por los Hermanos Musulmanes. Si hubiese alguna duda que éste no va a ser el camino a recorrer ni Arabia Saudita, ni Qatar, ni los Emiratos Árabes Unidos, ni Kuwait, ni EEUU, ni la UE, ni el FMI se hubiesen aprestado a socorrer a Egipto con 12.000 millones de dólares ni a ofrecer su apoyo al golpe. Los nasseristas egipcios, tan contentos con el movimiento golpista militar, parecen obviar este simple dato.
Desde luego, quien en el mundo árabe se considere de izquierdas debería leer a Marx. Leer, no releer pues es dudoso que alguna vez lo haya hecho y si ha sido así hace mucho que se deshizo de este tipo de libros en su biblioteca. Y debería empezar por “El 18 brumario de Luis Bonaparte”. Los militares se quieren legitimar a sí mismos, y buscar esa legitimación entre las masas, vinculando ciertas iniciativas con fechas clave en la historia de Egipto, como la citada nacionalización del Canal de Suez. Marx ya explicó de forma magistral este comportamiento de la oligarquía política y militar en 1852, refiriéndose a Francia, pero lo sorprendente es que la izquierda no lo tenga en cuenta. Marx analizó la revolución francesa de 1848-1851; desarrolló aún más el principio fundamental del materialismo histórico, la teoría de la lucha de clases y de la revolución proletaria, la doctrina del Estado y de la dictadura proletaria; llegó por primera vez a la conclusión de que el proletariado triunfante tiene que destruir la máquina del Estado burgués. Pero claro, la izquierda de hoy no tiene el menor interés en destruir el Estado burgués ni en Egipto ni casi en ninguna parte.
Tal vez, sólo tal vez, haya una organización que sí está por la labor: los Socialistas Revolucionarios. Como toda la izquierda, saludaron con entusiasmo el golpe pero ahora parecen estar empezando a tentarse la ropa al constatar no sólo las matanzas de simpatizantes de los Hermanos Musulmanes, sino la continuación de las medidas represivas contra los huelguistas. Una dirigente de los SR, y a la vez cargo en la FESI, Fatma Ramadan, reconoce que el paternalismo de los militares es “un veneno mortal” para la clase obrera y tiene claro qué está pasando: “las demandas de los trabajadores son claras, trabajo para ellos y sus hijos, salario justo, leyes que les protejan frente a los hombres de negocios, planes reales de desarrollo, libertad de todo tipo, donde no haya torturas ni asesinatos; los trabajadores no se tienen que dejar engañar ni dejarse presionar con pretextos como combatir el terrorismo” (3).
Estas voces, claramente minoritarias hoy dentro de la izquierda, tienen una excelente oportunidad de redimirse del apoyo inicial al golpe volcándose con los huelguistas que se resisten a ceder a las presiones de los nuevos gobernantes para que depongan sus métodos de lucha. Otra vez son los trabajadores textiles de la combativa localidad de Mahalla al-Kubra quienes están en la vanguardia, manteniendo la huelga que iniciaron el 31 de julio por el retraso en el pago de salarios en dos empresas: Nasr Spinning and Weaving Company y Stia Spinning and Weaving Company. El lema que corean los huelguistas es claro: “no dejes que el Ejército te engañe”. En el momento de escribir este artículo la huelga cumplía una semana. Veremos si se gana o si los huelguistas son, como siempre, reprimidos por la policía.
Está claro que los llamamientos a la “paz social” se producen porque hay miedo a que la situación se vaya de las manos porque, y así hay que interpretar el golpe, el movimiento de masas desbordaba todos los planes tanto de la oligarquía egipcia –donde se sitúan los militares- como de la llamada “intelectualidad laica y liberal” –que jamás ha apostado por ningún cambio revolucionario en el modelo económico-, y de Arabia Saudita, Qatar o EEUU. Incluso de Israel.